El claustro del Monasterio de Sant Cugat es uno de los monumentos románicos imprescindibles de toda Cataluña. El complejo monástico de la orden benedictina tiene más de mil años de historia y fue construido sobre una fortificación tardorromana, lo que indica que la ubicación fue elegida estratégicamente.

La propia función monástica se sitúa en el contexto de la expansión del monasticismo benedictino en las tierras de la Marca Hispánica a partir del siglo IX bajo el impulso de la monarquía franca. 

 La planificación de los edificios alrededor del claustro será la que se impondrá a la arquitectura monástica catalana a partir de la segunda mitad del siglo X y sobrevivirá a lo largo de la Edad Media.

El monasterio de Sant Cugat es un claro ejemplo de la construcción de un nuevo monasterio siguiendo este modelo y también un ejemplo de la supervivencia de este modelo a lo largo de los siglos. Así, se configura una arquitectura monástica que resolvió el cierre y aislamiento del mundo en la vida del monje.

La iglesia, que ahora es la parroquia del pueblo, en tiempos de vida monástica era exclusivamente de los monjes.  Su largo periodo constructivo explica los diferentes estilos que allí encontramos.

Comenzó en época románica y la fachada se terminó en la época gótica. Además, las capillas barrocas se incluyeron durante el período barroco y el campanario no se terminó hasta el siglo XVIII.

La verdadera joya del monasterio es el claustro con 144 capiteles románicos de Arnau Cadell, escultor también del claustro de la Catedral de Girona. Sorprendentemente, todos los capiteles se han conservado después de tanto tiempo, lo que no podemos decir del resto de monasterios de Europa.